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sábado, 17 de agosto de 2013

¿Qué está pasando en Egipto? - La opinión de los sociólogos sobre el golpe de estado contra Mursi.

Tras las protestas que desencadenaron la Primavera Árabe y consiguieron derrocar al dictador Mubarak, la llegada democrática al poder de los Hermanos Musulmanes no gustó nada a sectores civiles laicos, entre ellos a gran parte del ejército, que han podido observar como el triunfo de los islamistas moderados frustaba algunas de sus aspiraciones, lo que motivó un golpe de estado amparado por una parte de la sociedad, con completa división.

Al igual que ocurrió con las protestas en Brasil, la cobertura mediática del golpe de estado en Egipto está siendo sesgada, reduccionista y oculta gran parte de la realidad cotidiana de los egipcios. Desde aquí queremos aportar el punto de vista de los sociólogos que están analizando este golpe de estado militar y las revueltas posteriores, para intentar aportar luz a una realidad que desde Occidente se siente lejana.

Comenzamos con la opinión del sociólogo estadounidense James Petras:

James Petras: "Es absurdo sostener que fue un golpe democrático".

[ENTREVISTA] Extracto.

Introducción de Jaimes Petras: Bueno, empezamos con Egipto, donde hay un panorama bastante complejo, donde se mezcla la izquierda, la derecha y el islamismo. En un panorama donde no hay claramente un movimiento, un proceso, con posibilidades democráticas.

En primera instancia, destacar el hecho de que el gobierno fue derrocado por un golpe de Estado militar, pese a que sectores de las masas anti Mursi, anti islámicos, sostienen que fue un “golpe democrático” lo que es absurdo. Los militares ya encarcelaron a cientos de simpatizantes del Partido Islámico, encarcelaron a sus líderes, intervinieron toda la prensa independiente, tratan de imponer controles sobre distintas actividades, nombraron a dedo al Presidente interino y siguen masacrando a la gente en las protestas, como ayer donde tiraron balas vivas y mataron a 53 personas e hirieron a más de 500. Es un golpe de Estado. Es un golpe militar.

Se señala que el de Mursi era un gobierno autoritario islámico. Pero de ambos lados hay una masa de gente apoyándolo. Sin embargo ambos lados tienen una cúpula de derecha, ofrecen apoyo al imperialismo. Me parece que los sectores progresistas que están en las plazas, que participaron de protestas contra Mursi, están totalmente confundidos cuando están aplaudiendo el golpe, porque piensan que los militares pueden de alguna forma abrir camino hacia una situación democrática constitucional, mientras que en toda su trayectoria, los militares han sido socios de Estados Unidos y colaboradores de Israel.

Analistas del mundo occidental como Samir Amin, que apoya el golpe, han perdido sus papeles al no mirar más allá de su anti islamismo e identificar la trayectoria de los militares. Es una alianza militar neoliberal y tiene sectores de izquierda en la cola, pero las masas no tienen ninguna influencia. Y la hoja de ruta que están proponiendo no tiene nada de democrática, porque los militares quedan con todo el poder.

Ahora, ¿cómo analizamos esta situación? Los Estados Unidos están en una situación donde tienen el miedo al problema de la inestabilidad; y miedo a la solución, que es una guerra civil que puede salírsele de las manos, y salirse del marco militar neoliberal. Por eso tiene una posición contradictoria, siguen sin llamarlo ‘golpe’ porque si lo hacen tendrían que cortar la ayuda de acuerdo a la legislación norteamericana, que dice que no pueden apoyar financieramente a un país donde hubo un golpe de Estado.

Por otro lado, quieren apoyar el camino nuevo de imponer a Mohamed Mustafa el-Baradei, ex funcionario del banco Mundial, como cabeza del gobierno. Por tanto, otra vez es un gran tema para la izquierda. Falta una organización de vanguardia, una organización capaz de encabezar la lucha de las masas, que mantienen su capacidad de derrocar gobiernos pero no tienen ningún papel para determinar las consecuencias. Ese es el drama en el caso de Egipto.

No es como en Argentina, donde las masas populares derrocaron al gobierno de (Fernando) De la Rúa (2001) y pudieron imponer una alternativa más progresista. En el caso de Egipto, crearon las condiciones para derrocar al gobierno pero no son los protagonistas ahora que el gobierno cayó. En otras palabras, la sola presencia de las masas en las calles –aunque sean millones de personas- no es determinante. Es el liderazgo político y el poder del Estado los que al final de cuentas determinan el resultado que va a tener una protesta o un levantamiento. En este caso me parece todavía muy negativo.

Entrevistador: ¿Por tanto no es un levantamiento contra occidente ni contra el sistema neoliberal?

JP: Es un recambio de islámicos pro occidentales, pro Fondo Monetario, pro intervención en Siria, pro relaciones con Israel, por un gobierno militar neoliberal secular. En este caso el hecho de que haya un levantamiento popular no necesariamente indica un cambio.

Las posibilidades, pienso, pueden ser dos: Una guerra civil prolongada como la de Argelia en los ’90, donde murieron más de noventa mil personas terminando en un gobierno dictatorial que imponen los militares. Ser anti islámico no necesariamente quiere decir progresista. O lo otro que puede pasar, es una coalición entre neoliberales, islámicos y militares, una ‘troika’ que intente desmovilizar a la gente. De todos modos los problemas económicos siguen siendo enormemente graves y esta nueva configuración de liberales, militares e islámicos, no tiene ningún programa para mejorar la situación de desempleo y pobreza.

Entrevistador: ¿Cómo está la situación en Siria a partir de estos hechos en Egipto?

JP: Lo que está claro es que Mursi apoyaba a los islámicos terroristas que estaban atacando el gobierno de Siria. Es decir, Egipto era un trampolín para muchos terroristas que iban directamente a Turquía para entrar en Siria. En otras palabras, la caída de Mursi va a postergar mayores intervenciones de los islámicos que están muy preocupados e involucrados ahora en el conflicto en Egipto.

Pero no creo que sea decisiva la caída de Mursi, aunque en algún sentido puede debilitar la salida de terroristas desde Libia a Siria, que utilizaban El Cairo como un centro de entrenamiento y de armamento, para intervenir. Sin embargo, los principales apoyos siguen: los países del Golfo con dinero y armas; Turquía con apoyo logístico, entrenamiento y armas; y el financiamiento de Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Todos ellos siguen montando esta agresión contra Siria. Pero en el último período, las divisiones internas entre los neoliberales y los islámicos, han debilitado la capacidad de los insurrectos de atacar. Eso se suma a que en los últimos tiempos el gobierno sirio está avanzando, desplazando a los terroristas en varios frentes y lugares estratégicos.

Entonces, sin resolver el conflicto en su totalidad, el proceso de recuperar la soberanía y desplazar a los terroristas ha avanzado en Siria, aunque no en forma definitiva. Es claro que los islámicos están en período de repliegue y buscando formas de reagruparse, entre los diferentes y variadas fuerzas.

Fuente: La Haine.

Pedro A. García Bilbao: "la vía islamista al neoliberalismo fracasa y los militares actúan para impedir una escalada en las protestas".

[Sociólogo Español]

En un análisis de urgencia, lo ocurrido en Egipto el miércoles 3 de julio de 2013 podríamos resumirlo de la siguiente forma: se ha producido un golpe de estado militar que ha destituido al presidente islamista Morsi, disuelto el Parlamento elegido y suspendido la constitución; el nuevo presidente pasará a ser provisionalmente el Presidente del Tribunal Constitucional; la tropa confraternizó en las calles con los manifestantes laicos —opuestos a la islamización del estado egipcio—, mientras un cierto estupor recorrió las filas de los Hermanos Musulmanes que también se estaban manifestando para dar apoyo a su presidente. Estos son los hechos, pero la cuestión es su significado. ¿Cómo interpretar todo esto?

1º - La corrupta república de Hosni Mubarak se alejó profundamente del modelo nasserista —que era nacionalista en el sentido de afirmar su soberanía nacional ante las antiguas potencias coloniales o las imperialistas contemporáneas, con una vocación panárabe y republicana y con un contenido social— acabando por derivar hacia la supeditación exterior a EE.UU, la contemporización con Israel y a la adopción de profundas transfomaciones neoliberales, con privatizaciones de servicios y empresas públicas, un nepotismo brutal, recortes de salarios y derechos laborales que dieron origen a una miseria creciente entre los trabajadores más sencillos y a la proletización de la clase media egipcia más débil. El malestar social se llevaba incubando en Egipto desde hacía tiempo, con las esperanzas de promoción social anuladas por la mezcla de corrupción estructural, decadencia y neoliberalismo; en ese contexto, las primaveras árabes contaron con potenciadores «externos» que favorecieron el uso de redes sociales, palabras y conceptos que desconectaran las rebeldías jóvenes de las formas de lucha tradicionales de la izquierda y los sindicatos. Ya que la rebeldía a las reformas y el desgobierno no se podía evitar, el reto era llevarlas a ninguna parte, y una vez allí, el poder real favorecería un golpe de efecto ue les hiciera creer en una victoria y un cambio. Así se hizo. Las manifestaciones masivas y la reorganización en ellas de los diferentes grupos de oposición incluidos los sindicatos y la izquierda egipcia alertaron al bloque de poder dominante y a sus apoyos exteriores. Mubarak y su corrupta familia se convirtieron súbitamente en disfuncionales para el mantenimiento del programa neoliberal y el propio ejército egipcio, muy penetrado por los norteamericanos, le dejó caer, haciendo así un guiño —falso—, a las masas.

2º - Caído Mubarak, impunes los crímenes cometidos bajo su corrupto mandato, con su persona y familiares convertidos en chivos expiatorios de la situación de miseria y paro crecientes causados por el trinomio dependencia exterior/ corrupción / neoliberalismo, los militares dieron los pasos hacia una salida política que permitiera mantener lo fundamental dando la apariencia de un cambio externo. La solución pasó por sacar de la ilegalidad a los Hermanos Musulmanes. Los HH.MM llevaba tiempo siendo tolerados desde la entrada en escena de Arabia Saudita que financiaba las redes sociales islamistas que ofrecían socorro y auxilio social al tiempo que extendían el integrísmo religioso en las capas más humildes de la sociedad egipcia y se abrían paso en los sectores desclasados de la clase media en caída libre.

Los HH.MM compaginaban a la perfección integrísimo religioso y político con una sorprendente tolerancia al neoliberalismo económico. Su programa de gobierno se basó en un odio feroz a los laicos y nacionalistas, a la izquierda y a los sindicatos. Con su partido generosamente financiados por los sauditas, los HH.MM ahora en gobierno, no tuvieron reparo alguno en seguir destruyendo el estado egipcio, las empresas públicas, la legislación laboral, las organizaciones de izquierda y todo lo que pudiera frenar la neoliberalización impuesta por el amigo americano y lo más corrupto de la elite financiera y económica egipcia; el lobby militar participa de esa agenda corrupta neoliberal y una parte de sus mandos formaba parte también de la esfera de influencia islamista. La división de la izquierda, los sindicatos y los laicos impidió la formación de un frente de resistencia antineoliberal que reconstruyera la República Árabe Unida; los Hermanos Musulmanes, con sus apoyos en el Egipto rural y en las masas más sencillas y dependientes de sus bien financiadas redes sociales de ayuda islámicas, con el apoyo o neutralidad expectante de la cúpula militar —que se reservaba el papel de árbitro por encima del sistema— , y vistos como «funcionales» por su apoyo al neoliberalismo por los norteamericanos, lograron ganar las elecciones post-Mubarak.

3º - El nuevo gobierno islamista mostró desde el principio que sus planes últimos pasaban por una islamización de la sociedad egipcia y el fin de la convivencia y la tolerancia, pero los choques, los errores, la rigidez del nuevo gobierno y de Morsi, nuevo presidente, han sido continuos. Al tiempo que proseguían las agresiones a los trabajadores y al carácter tolerante de la sociedad egipcia, Morsi quiso transformar por completo la estructura del estado egipcio e islamizar a sus elites, dar de lado a los más laicos y cultos, liquidar todo el sector público y sustituirlo por empresas privadas o por redes religiosas integristas. Las tensiones con Israel han tenido un carácter más teatral que otra cosa, compensadas por la creciente utilización de Egipto por los sauditas y sus redes wahabitas, o por el Consejo de Cooperación del Golfo para desestabilizar Libia (con éxito) o Túnez (con éxito también).

 - Finalmente las protestas volvieron a las calles, aunque esta vez sin el apoyo de los servicios norteamericanos ni de sus redes de influencia social; el rechazo de la sociedad egipcia, donde existe un rechazo cultural al integrismo religioso, donde el factor económico y laboral es el gran olvidado pero no por ello el menos influyente, ha cristalizado en nuevas protestas masivas de la izquierda, los sindicatos y las clases medias asustadas. Frente a ellos, en un clima creciente de enfrentamiento civil, los Hermanos Musulmanes. La combinación de lucha de clases con el rechazo al islamismo integrista ha alarmado al ejército y a los sectores occidentales interesados en un Egipto de rodillas, sumiso, lobotomizado por la religión, con su izquierda aniquilada o impotente y con toda su economía entregada al saqueo privado.

5º  - El golpe del 3 de julio tiene por tanto una lectura muy clara. La rigidez islamista de Morsi, versión islamista de los tecnocracias del Opus Dei en España, le ha llevado a arruinar el experimento islamo-neoliberal que propiciaron los militares egipcios y los norteamericanos ante la mirada saudita. La respuesta social laica y de clase ha asustado mucho y ha aconsejado un cambio. Pero la contradicción principal sigue. No se va a parar. Y no es el islamismo, sino los planes para destruir la República de Egipto y entregar el país y a sus gentes al saqueo privado y de las grandes corporaciones. Creyeron poder hacerlo anestesiando al país con la barbarie religiosa como elemento mitigador del hambre o la miseria. El integrismo ha chocado con la sociedad egipcia, y los sectores corruptos, militares y neoliberales no parecen tener una solución sencilla al cómo cambiar lo que sea para que todo siga igual.

En Egipto, como en todas partes, la división de las fuerzas populares y de izquierda es lo único que está impidiendo una derrota del neoliberalismo o, al menos, que la batalla se libre como debe librarse.


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